Abel Azcona despierta sensaciones: positivas, negativas, placenteras, críticas, reflexivas…. Atraviesa al espectador en cada una de sus performances, eso no puede negarse. Este año, Factoría de Arte y Desarrollo ha tenido el placer de contar con su colaboración en la tercera edición de Room Art Fair y DOZE Magazine le ha entrevistado.
Empathy and prostitution y Sinless son las performances que el artista ha elegido para mostrar en esta feria. También son dos de las obras más crudas a las que los espectadores pueden enfrentarse. Si bien es cierto que este evento no es el más apropiado para todos los públicos –la presencia de menores era bastante alta- Azcona consideraba muy oportuno seleccionar estas piezas por dos motivos: una feria es un lugar de prostitución –palabras del artista- y el emplazamiento, en plena calle Montera donde su madre le engendró hace 25 años, era muy significativo.
El primero de sus performances, llevado a cabo por primera vez en Bogotá, consiste en prostituirse por un euro con la intención de buscar esa empatía que le falta. Supone la consecuencia de sus primeros años de vida sin familia y de la familia que a los siete años le adoptó introduciéndole en un ambiente conservador y católico donde se le consideraba un niño perturbado. Entre las 19.00 y las 21.00h se presentaba a los visitantes de la feria desnudo sobre la cama a la espera de que cualquier persona depositase un euro y dispusiese de él. Cuentos, besos, historias personales, masturbaciones o felaciones han sido algunas de las muchas cosas que se han dado dentro de esta habitación de hotel.
Sinless es una pieza de características diferentes. La primera hora de la feria el performer la pasaba en la ducha bajo agua gélida haciéndo incisiones en su piel con cuchillas de barbero e inscribiéndose los pecados más íntimos que la gente le ha ido comunicando. Sangrando y cubierto por su propio vómito, salía de la ducha arrastrándose del dolor por la habitación mientras Carlota Loveart atendía cariñosamente a los artistas que le presentaban su trabajo en la misma habitación.
Sin duda, esta intervención ha sido y será muy comentada desde que se presentó Abel Azcona en el hotel convertido en feria por unos días. Suscitó el interés de muchos curiosos que, movidos por el morbo, pasaban a ver al artista. Otros mucho sentían verdadero interés en ser partícipes de esa atmósfera tan intensa.
Tan fuerte fue su presencia que un actor no tardó en improvisar un sketch parecido pero carente de sentido unas plantas más arriba. Este actor, impactado de caer entre los brazos de Abel durante unos minutos, citó al público de la feria mediante pos-it para que la gente pasase de la cama del performer a la del actor.
El siguiente día fue la misma policía municipal quien quiso saber lo que estaba pasando en esa habitación. Tras la matinal ducha de agua fría y con el cuerpo sangrante, Abel Azcona salió al balcón de la habitación frente al edificio de telefónica. Era tal el frío que sus gritos fueron desgarradores. Pocos minutos después la Gran Vía estaba acordonada por riesgo de precipitación –la del artista. Cuando subieron cuatro de los quince policías que custodiaban la zona el artista reptaba por el suelo hasta descansar bajo la cama.
Los comentarios que alegaban eran de los más inapropiados –el arte no es serio, esto son gilipolleces…- y fue gracias a José Antonio Mondragón –director de Factoría de Arte y Desarrollo- Carlota Loveart –comisaria y fiel mecenas del arte español- y la gran cantidad de gente que lo presenciaba por lo que pudo seguir el artista en la feria.
Para finalizar, Abel Azcona quiso cerrar la feria recordando a todas las prostitutas que mucho tiempo atrás hacían usos de esos pisos. Por la mañana, hablando con las chicas asiduas a la calle montera, una le dijo que la peor sensación era la que sentía al bajar las escaleras; se sentía sucia. Sobrecogido por esto el artista quiso homenajearla y trasmitir esa sensación al público lanzándose por las escaleras sufriendo fuertes contusiones y ensuciando su cuerpo desnudo.
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