Redondo, perfectamente redondo.
Fácil, sin pretensiones y con un humor colorido y fresco, este es el camino elegido por Decouflé en Panorama, su nuevo montaje, que para mal de muchos ya se ha ido de nuestra pequeña Madrid, después de cruzar la Bretaña y los Alpes franceses y antes de partir rumbo a tierras orientales, muy orientales.
En su paso por los Teatros del Canal ha dejado a un aforo, siempre completo, a gusto, la mayoría amantes de la danza y del teatro que salían con una sonrisa y con los pies más ligeros y tintineantes hacia casa, como debe ser.
Un espectáculo que nos ha permitido bucear en los treinta fructuosos años de carrera del bailarín y creador francés, rememorando piezas como Codex (1986), Triton (1990), Shazam! (1998), Solo (2003) o Le sombrero (2006).
Un grito teatral que busca romper unos moldes ya quebrados por otros antes, pero que es digno combatiente en la lucha por la innovación y la limpieza, en un sector impregnado cada día de estigmas y cánones superfluos, que no sólo aburren a un hoy escaso público amante de la danza, sino que consiguen en ocasiones maltratarlo.
© Thomas Bregadis
Para Decouflé, y su acertado elenco, nada es imposible ni la gravedad una ley absoluta, los cuerpos son eternos y flexibles, sin formas y sin sexos. El movimiento es el único caballo de batalla que lanza al terreno, al escenario, piezas bien ligadas, divertidas, inteligentes, que mezclan mímica, voz, teatro físico, danza aérea y el trabajo de un clown de primera que ejerce como maestro de ceremonias.
Cuerpos imperfectos, diferentes, lejos del extraterrismo que rodea a la danza, es también la carta de presentación de este show, que aboga así por una tendencia realmente saludable para esa, nunca bien ponderada, renovación de las artes escénicas.
El vestuario y la música son dos grandes apoyos que levantan definitivamente el espectáculo. Creativa, actual y en ocasiones hasta sublime, la labor del diseñador Philippe Guillotel otorga clase y color al trabajo de un cartel de artistas jóvenes, grandes bailarines, que además son capaces de tocar instrumentos, cantar y/o actuar, frente al público.
© Christian Berthelot
El hombre puede volar, lo humano trascender, la belleza hacerse universal y la tele apagarse.
Texto: Rocío Álvarez Albizuri
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