Els encants Vells, ese lugar laberíntico sin sentido aparente donde el recorrido y estructura se iba generando por la constante mutación de las personas que pululaban de un lugar a otro curiosos ante tanto tesoro abandonado.
Mirabas hacia arriba. Azul.
Miras hacia arriba. Dorado.
El festival de arte urbano Ús Barcelona estuvo instalado en ese vacío que dejó Els Encants Vells, denunciando, precisamente, las mecánicas que lo cercaron creando el cielo Dorado que recubre el nuevo espacio del mercadillo.
Al llegar, Utopia Island. Conect people dream. del colectivo CODA, atrapa nuestra atención. Una estructura de madera a modo de rosquilla tentacular articulada, o como ellos explican estructuras de la deformación elástica del material que albergaba en ese momento diferentes mensajes de los usuarios:
Mi utopía es que no exista la palabra utopía
En el centro, se situaba un carrito de la compra repleto de piedras y tres carteles que en inglés, castellano y catalán decían:
Pon piedras en el carro para enterrar al capitalismo
Esta bienvenida combinada con la lluvia y acompasada por la música de cantautor, nos transporta ligeramente al espíritu antisitema de finales de los 60's pasado por la pátina del modernismo barcelonés y sin dejar de olernos precisamente eso, a utopía; dejándonos un poso melancólico y cínico que nos conecta al sentimiento posmoderno de la incredulidad, de la idea del no progreso. Del No future, pero con dolor.
Nos molesta la distancia existente entre el discurso y el hecho, entre la obra-objeto y la realidad social, el arte debe ser útil diría Tania Bruguera, pero a su vez recordamos, la importancia del discurso como germen de transformación.
Lo importante es el impacto de las formas no las formas en sí.
¿No es en sí Ùs Barcelona un ejemplo práctico de modos de organización y debate, a través de la práctica artística, sobre el medio en el que vivimos?
Octavi Serra y Mateu Targa, propusieron una plataforma conformada por rostros de personas por la que se te invitaba a transitar, pisándolos.
Señalar y evidenciar la mecánica neoliberlista y patriarcal basada en el sometimiento de muchos para el ensalzamiento de unos pocos. Nosotros, que vamos a visitar en nuestro “tiempo libre” (¿qué tiempo no debe ser libre?) un festival de reflexión sobre nuevas formas de concebir y gestionar nuestro espacio público, de pensar en cómo incidir de manera activa y cooperativa sobre las reglas que pautan y miden nuestros cuerpos y la relación con el otro. Todo un lujo.
¿Someter para mantenerse simplemente de pie?
¿Y para mantener la institución arte?
Santiago Sierra. Muro de una galeria arrancado, inclinado a 60 grados del suelo y sostenido por 5 personas (México D.F., 2000).
* * *
Rodeando estas piezas nos encontrábamos con diferentes ejemplos de graffitis y pabellones en los que se realizaban conferencias y talleres, donde con toda firmeza aseguraría que las interacciones y debates fueron de lo más enriquecedor, allá donde cobra sentido cualquier tipo de práctica, en el contacto e interacción con el otro, pero que, una señorita despistada como la presente, llegó tarde y las puertas, por un respeto compartido, permanecían cerradas una vez comenzado el evento.
Allá donde estábamos todos los despistados apilados se encontraba Mala hierba, un proyecto de Patrick Subirats, rodeado de otras propuestas de artistas gráficos de toda índole, que se basaba en la recogida y transplante de aquellas hierbas periféricas que pueblan los entresijos de la arquitectura urbana ofreciéndoles una segunda oportunidad a través de su posible compra.
Al otro lado, se exponían prendas depositadas voluntariamente por los visitantes que a su vez podían recoger otras, escribiendo en su etiqueta la procedencia de las mismas. Aquellas que permanecieran hasta el final del proceso de trueque serían donadas a una ONG.
En esa tesitura de revalorización de las zonas, personas y objetos desempoderados por el sistema es donde se sitúan estas propuestas artísticas, pensando en modos de conciliar la propia complejidad que implica vivir dentro de la política del mercado globalizado con ideales de solidaridad e igualdad.
¿De qué modo podemos vivir y convivir de un modo horizontal y no jerarquizado?
El sueño comunista murió y si de algo se ha aprovechado el neoliberalismo y su proliferación exponencial, es de la caída de los movimientos sociales masivos (ensalzando las barbaries de la Segunda Guerra Mundial),y de la creencia en la ideología como motor de movimiento social y económico; imponiendo una atomización de la población. La disgregación como estrategia para evitar el pensamiento crítico.
Ya no creemos en los grandes movimientos, pero necesitamos sentirnos partícipes activos de una realidad social cercana, basada en una concepción holística del mundo, no dual, no enfrentada donde integrar la complejidad como parte intrínseca de nuestro medio a través de la interacción con el otro.
Ús Barcelona fue una mezcla de diferentes modos de visibilización, acción y cooperación entre ciudadanos inquietos.
Micropolítica
Por Beatriz Regueira Pons
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