
He despertado esta mañana con una extraña sensación, agotada, exhausta y con un dulce sabor a té caliente en mi garganta. No sé si ha sido un sueño o ha sucedido realmente. Observo el suelo de mi alcoba y, a los pies de la cama, aún se mantienen frescas las hojas mojadas adheridas a la suela de mis zapatos… Mis recuerdos flotan en el aire a lo largo de un paseo por laberínticos bosques de la mano de una joven muchacha de piel blanca y cabellos castaños. Se hace llamar Dara Scully y he seguido sus pasos, cruzando un umbral onírico, hasta llegar a su escondrijo, un lugar mágico dónde brota la vida a través de espejismos lumínicos. Tras este viaje en el espacio-tiempo, o quizás después de esta alucinación tan real para mí como la vida misma, quiero plasmar brevemente la conversación que mantuvimos durante el crepúsculo para dejar constancia de la belleza de esta experiencia.
Para aquellos curiosos e inquietos que se agitan en la inmensidad de las frías noches de invierno, deciros que Dara vaga ausente por los bosques y que, con un poco de suerte, quizás la encontréis al acecho para guiaros hasta su escondite secreto…
- ¿Hay alguien ahí?
El viento empuja suavemente las palabras, llegan hasta los oídos de la que pregunta. Al fondo a la derecha, escucha, junto al árbol que acoge al petirrojo. Entonces aparece una muchacha.
- Estabas caminando sola, ausente y tus latidos han atravesado el suelo y han removido la tierra bajo mis pies. Me muero de ganas por adentrarme en el bosque, pero no sé cómo llegar hasta tu escondite ¿porque vuelves de tu escondite verdad? ¿Me explicas el camino? ¿Me acompañas?
Tiende la mano, blanca como la paloma, una mano diminuta y, sin embargo, hay algo animal en ella, algo salvaje y temerario. Aprieta, guía firmemente, ya falta poco.
- Ya estoy aquí, contigo, y experimento muchas sensaciones al sentirme partícipe de este misterioso lugar. Un apacible silencio, roto entre suspiros y el mecer de los árboles por el viento. Inquietud, calma. Y tú ¿qué sientes?
La mira fijamente con esos ojos suyos insoldables y entonces señala el árbol. Tócalo -le dice-, tócalo y sabrás qué es lo que siento.
- Los niños duermen y los pájaros revolotean a nuestro alrededor para caer, misteriosamente, en un extraño y profundo sueño ¿qué les sucede?
-
Enferman de repente, se contagian de la fiebre de los niños. El aire los conecta, se trenza un hilo que comunica su garganta, no pueden desprenderse. No quieren hacerlo.
- Aún me siento un poco confundida, ahora retengo en mis retinas la congoja de unas manos suaves entre piel y cabellos y la maraña del bosque acariciando los cuerpos de hermosas mujeres que me parecen fantasmas ¿Estoy soñando?
No es un sueño -dice la muchacha-. Entonces señala al fondo, al valle adormilado entre la bruma, y de allí les llega el canto de las hembras, las voces que se mezclan con el bramido de los ciervos.
- ¿Y los espejos?
-
Son la puerta, la entrada a este mundo que contemplas. No todos saben verlo, no a todos se les revela, pero si realmente lo deseas me encontrarás en el reflejo.
- Te caes, te levantas, te enredas entre las ramas, ¡te escondes! ¿puedo jugar contigo? ¿cómo se llama el juego?
- Es un juego sin nombre, milenario, conocido por los niños desde siempre. Sólo hay una condición para jugarlo, debes descalzarte. ¿Te atreves?
- ¡Si!
- Si abro bien los ojos puedo palpar la belleza entre las yemas de mis dedos, la curiosidad me enloquece por descubrir tu secreto ¿Cómo has llegado hasta este lugar mágico dónde todo lo insólito parece posible?
- Una vez posé la vista en un espejo, allí estaban las ramas y los niños, allí los pájaros que duermen silenciosos. Pedí quedarme y me dejaron, quizás si tú lo pides te dejen también.
- ¡Oh! Vaya... Sería maravilloso, aunque hoy no puedo llegar tarde a casa.
- Está oscureciendo, tengo que marcharme y una extraña sensación de tristeza me invade de repente ¿Podré volver a buscarte aquí o estarás en alguna otra parte?
-
Aquí te espero, sentada junto al árbol que acoge al petirrojo. Trae té cuando regreses.
- Hasta la vista Dara. Ha sido un intenso viaje y el té caliente me da fuerzas para volver a casa. Espero no perderme en el camino de vuelta. Gracias
-
A ti por la visita y la ternura.
Todas las imágenes han sido cedidas por cortesía de Dara Scully.
Texto: Rocío Montoya y Dara Scully
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