Permitidme que use una de las letras de Jesús Bienvenido, uno de los autores más reconocidos del Carnaval gaditano. Dejadme que me sirva de sus palabras para resumir mi retirada de los ruedos blogueros durante este largo año y medio. Consentidme que recomponga las líneas de su verso para reflejar la ilusión de volver.
“Un alto en el camino como buen caminante. Un alto para descansar, para tomar aire y sentarme a la sombra del árbol de la sabiduría. Un alto en el camino para tomar impulso, para sacarme los venenos, las rabias de este mundo. Que vengo con el alma y las esperanzas llenas. He desandado el camino, he visto que muchos hacen ruido pero yo te he dejado mi huella. Y en la misma esquina donde siempre nos vemos yo me quito la espinita y tú… tú me dices que me echas de menos. Pero antes muerto que darte lo que no te mereces. Y si esta vez la suerte decide que se repita mi historia y subo desde el piso de abajo hasta la gloria te juro que brindaremos juntos en la calle. Pero si toca que olviden mi nombre y mis apellidos endulzaré mi derrota pensando en las noches locas que me has querido.”
Vuelvo. Pero no vuelvo por volver. Vuelvo porque creo que tengo algo que ofrecer. He puesto un vinilo en mi viejo tocadiscos y he dejado que me envuelvan sus canciones. Tirado en el suelo del salón, fumando un cigarro, tomando una copa, le echo un vistazo a la portada. Aparece un tipo con pinta de canallita que esconde su barbilla tras un letrero en el que se lee ‘física y química’. Y cuando suena el corte número seis me tropiezo con un camino precioso que contiene todas las señales para llegar a ti:
“No soy un fulano con la lágrima fácil, de esos que se quejan sólo por vicio. Si la vida se deja yo le meto mano y, si no, aún me excita mi oficio. Y como además sale gratis soñar y no creo en la reencarnación, con un poco de imaginación partiré de viaje enseguida a vivir otras vidas, a probarme otros nombres, a colarme en el traje y la piel de todos los hombres que nunca seré…”.
Esa canción es ‘La del pirata cojo’, del maestro Joaquín Sabina. De ella ha nacido un blog con el mismo nombre pero con otros apellidos. Un hijo bastardo que no es más que un humilde intento de homenaje a un capo de las letras y mi canal para recuperar sintonía.
Decía Graham Green: “las personas reales están llenas de seres imaginarios”. Os mostraré los míos, que son los de todos, un total de cuarenta y seis más uno. La misma voz. Distintos zapatos. Nos encontramos pronto en este rincón de lujo que me han prestado. Para asomarnos a otras vidas, para morder sus bocas, para soñar en sus carnes y arrancarnos sus ropas. Para guarecernos de sus tormentas, para empaparnos con sus mentiras y volvernos cuerdos con sus locuras. Para cerrar sus cielos, para abrir sus piernas y quemarnos los dedos en sus infiernos. Sus, nuestros, suyos, ellos: Al Capone en Chicago, legionario en Melilla, pintor en Montparnasse, mercader en Damasco, costalero en Sevilla, negro en Nueva Orleans y etc…
Texto: Roberto Silván
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