
El amor por la fotografía puede surgir en los momentos más inesperados. Así le ocurrió a Can Dagarslani, una fotógrafa turca que descubrió su vocación por la imagen fija cuando estudiaba arquitectura. Con una clara tendencia a complicarse la vida (fotográficamente hablando), sus retratos sugieren una representación intimista del ser humano.
La luz natural, el uso de película analógica y el misticismo que envuelve a sus protagonistas, que en la gran mayoría de los casos ocultan sus rostros y sus cuerpos tras variopintos objetos y elementos del entorno, le otorgan a sus obras un sabor muy especial.
Can vive y trabaja en Estambul y cuenta con un atractivo portafolio en el que la figura femenina, el desnudo en sinergia con el espacio y el surrealismo compositivo son los principales protagonistas.
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