
No existe un adjetivo concreto para explicar la sensación de satisfacción que nos provoca hablar del gran Jan audek. Muchos han intentado imitar su estilo, pero nadie ha conseguido alcanzarle ni a la suela de los zapatos. Su obra podría definirse como la consecuencia de dos circunstancias vitales: la primera, durante su infancia, cuando permanecía internado en un campo de concentración junto a su hermano mellizo y lograron escapar gracias a un golpe de suerte. La segunda, cuando descubrió The family of man, una exposición de Edward Steichen que le impulsó a experimentar con la fotografía como medio de expresión, su propósito era retratar a aquellos seres con los se sintiera ligado emocionalmente.
-En 1935 mi madre trajo al mundo un hijo, Kaja, y acto seguido a mí, casi como un extra-, es la primera frase de Jan Saudek en su biografía, y ése, al parecer, fue un vestigio que lo marcó para quedar siempre postergado a un segundo plano.
Nacido el 13 de mayo de 1935 en Praga, Checoslovaquia, hijo de un judío muy respetado y sobreviviente del campo de concentración de Theresienstadt, Jan fue expulsado de la escuela por su bajo rendimiento a los 15 años, etapa en la que comenzó a tomar fotografías de sus familiares y amigos con una cámara Baby Brownie. Saudek fué uno de los primeros fotógrafos checos cuya obra fue conocida en occidente, la importancia de Jan en esa época radica en las imágenes libertadoras, en el deseo de un Estado no represivo dónde las personas lucen despreocupadas y espontáneas, sin miedos al horror de los prejuicios y los defectos.
Algo que late en cada una de sus fotografías es una extraña negación de la realidad.
Sus escenas, protagonizadas por sujetos “oprimidos” bajo un escenario extasiante, delatan la intención del artista, que lo que busca y pretende es desnudar literal y metafóricamente a los que posan frente a su lente. Lejos de expresar provocación o puro realismo, Saudek intima con sus modelos, afirmando que no busca retratar la vida de otras personas, si no la suya propia.
En sus inicios, era el blanco y negro la técnica predominante en sus creaciones, para pasar a una segunda etapa de “coloreado”. Esta post-producción sobre la copia fue lo que consagró definitivamente su estilo.
En 1972 Jan comienza a disparar en el sótano de su casa. En ese reducido espacio, que contaba exclusivamente con una ventana, fue donde el artista dió rienda suelta a sus reflexiones más profundas, concibiendo un imaginario dónde se materializaron sus sueños. Recluyéndose en su particular micromundo, Saudek se aleja de una realidad satírica y agresiva, para convertirse en el creador de estas maravillosas piezas.
Liberándose de los prejuicios en su propio habitáculo de delirio, este fotógrafo es el poseedor de un legado de maravillosas fotografías, llenas de un encanto que roza lo tremebundamente horrible junto a la delicadeza onírica más absoluta.Sin duda, el paso de Jan Saudek por el planeta ha sido determinante en la historia de la fotografía. Hacen falta genios como él para ser conscientes de la importancia del arte como medio de expresión y es que Saudek hiere el alma y después te la acaricia...
Puedes ver su obra completa aquí: www.saudek.com
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ROCÍO MONTOYA
Co-directora de DOZE Magazine
Fundadora y co-directora de DOZE Magazine desde 2010. Soy fotógrafa, editora y directora de arte. Coordino la sección de fotografía y dirijo la gestión de contenidos gráficos del portal.
Este espacio es un homenaje a los grandes maestros que han dejado huella en la historia de la fotografía, esa disciplina aún joven pero infinitamente apasionante y versátil.