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NADA ES PARA SIEMPRE
Categoría: ARTE

NADA ES PARA SIEMPRE

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DAVID CATÁ. Todo en esta vida es efímero.
Categoría: TV

DAVID CATÁ. Todo en esta vida es efímero.

Dentro de la feria Jääl Photo, DOZE Magazine tuvo la oportunidad de entrevistar a una de las jóvenes figuras que están dibujando el nuevo retrato del arte español. David Catá ha conseguido abrirse hueco en el circuito del arte y lo que es más significativo, invitarnos a la reflexión mediante una poética personal afinada. 

 
 

“Heracles es la versión musculada de mi álter ego”



No hace falta salvar al mundo para ser un héroe. En el mejor de los casos, seguir el camino recto es la mayor de las victorias. Que se lo pregunten a Heracles, figura mitológica a la que David Rubín (Orense, 1977) ha psicoanalizado en su último tebeo, El Héroe, cuyo segundo y definitivo volumen acaba de llegar a las estanterías.

El autor habla con DOZE Magazine sobre las interioridades de un cómic tenebroso, complejo, sensiblemente más oscuro que el primero. Donde antes se narraba la infancia, adolescencia y primera juventud de Heracles, en una época más relajada e inconsciente de su vida, la segunda parte de El Héroe (Astiberri) avanza unos cuantos años y nos sumerge de lleno en la madurez del protagonista, un tipo en permanente lucha contra las fuerzas del destino.

DOZE Magazine: ¿Cómo evoluciona una obra como esta, tan compleja y llena de giros argumentales, durante los cuatro años que has invertido en hacerla?
David Rubín: Pues dentro de su orden, porque tenía un guión cerrado antes de ponerme a dibujar. En principio la obra estaba pensada para que se publicara en un solo tomo, pero luego la historia pudo más que el autor y se me fue la extensión. Posteriormente, cuando llevaba más de 150 páginas dibujadas, la editorial y yo decidimos dividirla en dos tomos y, a partir de ahí, sí cambiaron algunas cosas. Para mí el guión es una columna vertebral flexible, lo cual me permite variar determinados aspectos. Eso es importante en un tebeo como este, al que le dedicas tanto tiempo. A lo largo de esos cuatro años pasaron cosas que han cambiado mi modo de ver el mundo, mi forma de pensar sobre algunos aspectos, y eso al final se acaba reflejando en lo que hago.

Recuerdo que, apenas unas semanas después de salir la primera parte de El Héroe, estalló el 15M, que me tocó mucho la fibra. Quería que todas esas cosas que están ocurriendo no sólo en el país, sino en el mundo en general, y que son de una injusticia absoluta, tuvieran cabida en mi obra. En el segundo volumen del cómic había varios pasajes que me permitían añadir esos temas, pero de una manera muy natural, sin que parecieran metidos con calzador en una historia cuyo resumen es muy simple: un hombre que lucha contra el destino. El tebeo, en un principio, no iba a tener ese cariz de denuncia social o política, pero incorporé todos esos temas porque me parecía necesario.

DM: ¿Tanto llega a afectar el momento personal del autor en la obra que está desarrollando?
DR: Supongo que todo depende de lo que hagas. Si estás dibujando un número de Los Vengadores, pues te ceñirás a lo que te manden; en mi caso, que dibujo cómic de autor, no puedo hacerlo de otra manera que no sea volcándome en la obra al cien por cien. Y eso ocurre a todos los niveles, tanto en lo artístico como en lo emocional. En ese sentido, al igual que un músico pone su alma y su modo de entender el mundo en una canción, el dibujante puede hacer exactamente lo mismo en el terreno del cómic. Me considero tan autor como un cineasta o un pintor, y plasmo en mis tebeos las cosas que me inquietan. Eso sí, intento que, al mismo tiempo que hablo de todas esas cosas, mis cómics resulten interesantes. Creo que se puede conjugar perfectamente la aventura con la denuncia o la reflexión.

DM: Todo ese proceso emocional, ¿te deja exhausto o te funciona como catarsis?
DR: Es casi como ir al psicólogo. En el segundo tomo de El Héroe hay bastantes pasajes en los que, de alguna manera, me estoy echando broncas a mí mismo. No sé si todo ese proceso me ayuda a centrarme más, pero en el momento, cuando escribo y dibujo, noto que estoy volcando parte de mí en esas páginas. Y a fin de cuentas, lo que de verdad importa es que seas honesto contigo mismo, porque esa honestidad le termina llegando al lector.

DM: “Honestidad”. Es un concepto que repites muchas veces en tus entrevistas.
DR: Me refiero a ser sincero, a hacer las cosas bien. Todas las personas tenemos nuestro lado bueno y nuestro lado malo. Cuando hago tebeos y me expreso a través de personajes de ficción sobre cosas que me preocupan, lo que hago es no dulcificar el tema. Quiero que la gente note que soy un tío normal, que no tengo nada de perfecto, que me equivoco muchas veces y le hago daño a la gente, aunque también intento hacer el bien, como Heracles, y agradar a los que están a mi alrededor. Todos tenemos esos dos lados que, además, salen a relucir constantemente a lo largo de nuestras vidas. No me gusta escribir y dibujar sobre personajes unidireccionales, los que parece que sólo tienen un modo de encarar la vida. Al final, lo que resalta a un personaje de ficción es la dualidad: puede ser un héroe como Heracles, pero eso no quiere decir que sea muy bueno, sino que tiene que convivir en un equilibrio difícil para no caer en la maldad. Luz y oscuridad. Con esos elementos, el personaje adquiere mayor vida de cara al lector y a mí me permite hablar de una serie de aspectos personales.



DM: Cuando me decías que el cómic te sirve para echarte broncas a ti mismo, ¿a qué te refieres?
DR: A cosas que, en mi opinión, no tengo bien organizadas en mi vida, errores que he cometido. Uso el cómic para recordar esos fallos, que se queden bien impresos y me recuerden lo que no debo volver a hacer.

DM: ¿Tiendes a fustigarte demasiado?
DR: No más que cualquier otra persona. No soy un masoquista emocional ni nada por el estilo. Intento vivir mi vida con dignidad y, dentro de lo que puedo, tratando de pasarlo bien. Pero cuando sufro lo hago de cojones, igual que cuando me alegro lo hago al máximo. No me considero ninguna especie de poeta maldito.

DM: Tú discurso se ajusta perfectamente al de Heracles…
DR: Heracles es la versión musculada de mi álter ego.

DM: Antes recordabas ese momento en el que decidiste separar la historia en dos partes. ¿Te has quedado contento con esa partición o te hubiera gustado publicar la obra en un solo tomo?
DR: Es cierto que, en un primer momento, la pensé para un único tomo, pero ahora me parece que funciona mejor de esta manera. Por un lado, como autor, me ha ayudado a crear una distancia entre ambas partes y eso me ha permitido revisar el tomo uno antes de embarcarme en el segundo. Si hubiera hecho el cómic de un tirón no habría tenido esa perspectiva sobre mi propio trabajo, que al final es lo que me hace aprender. Por otro lado, creo que mejora el tebeo a nivel narrativo, porque el primer tomo se cierra en un momento muy complicado para Heracles: lleva mucho tiempo aprendiendo a ser un héroe y, de repente, en su máximo apogeo, se da cuenta de que tiene que reconducir su vida. En cambio, el tomo dos narra la madurez y el ocaso del protagonista. Pensé muy bien cuando acabar un tomo y dónde empezar el siguiente. Una vez supe que se dividiría en dos partes, lo organicé todo para que el cómic funcionara de esa manera. De hecho, las portadas de ambos libros actúan una como complemento de la otra. El diseño del tomo dos es como el reverso oscuro del tomo uno. Se podría decir que es un aviso a los lectores: “¡Cuidado! Las cosas van a ser más complejas y dramáticas que en la primera parte”.



DM: Ninguna de tus obras anteriores está planteada como un cómic largo. Habías hecho recopilaciones de historias cortas o libros de historias cortas unidas por cierto hilo conductor. A ese nivel, ¿cómo se afronta una obra de casi 600 páginas?
DR: Primero, con un poco de inconsciencia. No sabía a dónde me podía llevar el guión. Pensaba que le podía sacar mucho juego a la historia y, además, tenía un par de imágenes que me funcionaban muy bien en la cabeza. La estructura del guión fue la misma que llevo a cabo cuando trabajo en una historieta corta, pero claro, escribí durante mucho más tiempo, casi seis meses. Es una tarea enorme, porque no es lo mismo retocar un guioncito de doce páginas que uno de 600. Pero aparte de la extensión, no hay ninguna diferencia. Creía que era un proyecto viable, que alguien se interesaría en publicarlo, así que el mayor reto era no desfallecer a mitad de camino.

DM: Porque habrá sido un auténtico ‘tour de force’…
DR: Desde luego. Ha sido bastante duro pero, al mismo tiempo, muy enriquecedor y agradable. De todos mis tebeos, El Héroe es con el que más me he divertido mientras lo hacía. Nunca me había pasado que, nada más levantarme por la mañana, estuviera ansioso por llegar al estudio y seguir trabajando en la página que había dejado a medias el día anterior. Eso hace que todo sea más fácil. Es un reto, pero recompensa mucho, porque tras cada página vas notando tu mejora. Cuando salió el tomo uno y vi la aceptación que tuvo, reuní las fuerzas necesarias para dar el do de pecho y terminar el segundo lo antes posible.

DM: ¿Has mejorado mucho como autor?
DR: Creo que sí. En cada nuevo libro intento hacer cosas diferentes, ponerme el listón alto. Estudio los errores y aciertos de todos mis cómics, tratando de potenciar los aspectos que domino y buscando modos de mejorar mis puntos débiles. En El Héroe tuve mucho campo de experimentación, muchas posibilidades a nivel gráfico y narrativo. Eso te curte, sobre todo cuando llegas hasta el final y terminas la batalla en pie.

DM: Decías que te lo has pasado muy bien haciendo este cómic y, de alguna forma, eso se transmite al lector…
DR: Es lo que siempre intento. El cómic es ante todo un medio de comunicación. Invierto mi tiempo en contar y dibujar algo porque quiero que le llegue a terceras personas, a fin de que lo lean y saquen su propia conclusión. Por eso trato ser muy claro a nivel narrativo, conducir el lenguaje de modo que el lector se vea arrastrado por la historia. Ese fue el gran reto a la hora de hacer El Héroe: dibujar 600 páginas y que la trama no decayera en ningún momento, que fuera un ‘crescendo’ continuo y se pudiera leer de una sentada. Luego ya habrá tiempo para segundas o terceras lecturas, pero la primera te tiene que enganchar. Y es complicado equilibrar la balanza entre experimentación y agilidad narrativa, aunque son perfectamente complementarias; algo puede ser muy original y, al mismo tiempo, fácil de entender.



DM: Todo esa experimentación que comentas, ¿ha sido muy compleja de trasladar al papel?
DR: La verdad es que no. Me dejé llevar por la propia historia y, teniendo muy claro que no podía repetir ni uno solo de los esquemas, fui tirando para adelante. No hice ‘storyboard’ previo porque, en muchas ocasiones, pensar demasiado las páginas no te ayuda a elegir la mejor opción, sino la más prudente, y yo soy de tirarme a la piscina a ver qué pasa. Componía las páginas según dibujaba y, por supuesto, hay veces en que la cagas, pero bueno, también hay que darle de comer a los señores de gomas Milan. Trabajar así, sin red de seguridad, hace que el tebeo gane en frescura y calidez. A veces, incluso, te sorprendes de la manera en que has resuelto un problema gráfico o narrativo. Y si algo te sorprende a ti, es muy probable que también lo haga con los ojos y el corazón de los lectores.

DM: Teniendo en cuenta la gran aceptación del  primer libro, ¿te salía rentable asumir tanto riesgo en el segundo? Podrías haber hecho algo más académico, sin por ello perder efectividad.
DR: Pero entonces estaría fallando a mi honestidad como autor. Esta obra, desde el momento en que me la planteé, debía ser un más difícil todavía en cada nueva página. Así, el tomo dos tenía que ser mejor que el uno, incorporar más sorpresas. No me valía con agradar a los lectores que conocían la primera parte; había que ir a por todas. Además, si tenía que estar un año y medio trabajando con unos determinados personajes, debía buscar fórmulas para que cada día sobre el tablero supusiera una novedad. Repitiendo los mismos caminos me habría perjudicado a mí mismo como autor, porque no habría evolucionado, y también a los lectores. Si alguien se va a gastar 25 euros, que no es moco de pavo, en uno de mis tebeos, lo menos que puedo hacer es dar el todo por el todo.

DM: Otro concepto que repites muy a menudo: “evolución”.
DR: Para mí es básico, lo más importante. Si me estuviera repitiendo todo el rato no sólo no mejoraría, sino que toda esta historia se volvería muy aburrida. Igual me saldría más rentable si me dedicara a la ilustración, donde trabajas menos y cobras más, pero si continúo haciendo tebeos es, precisamente, porque me llenan de verdad. El cómic es uno de los medios más ricos y, además, todavía quedan muchos terrenos por explorar. Y yo quiero estar ahí. El día que considere que he tocado techo habré muerto como autor de cómics, iré en piloto automático y ya no seré capaz de sorprenderme a mí mismo. Prefiero arriesgar y pasarme de vueltas que quedarme a mitad de camino. Ya averiguaré sobre la marcha si me doy una hostia, pero de momento no me ha ido mal del todo.



DM: Hace varios meses anunciaste que el segundo tomo de El Héroe iba a ser más oscuro que el primero. Aun así, no deja de resultar muy llamativo el grado de brutalidad que hay en ciertos momentos del libro.
DR: La violencia del tebeo no es como la que se ve en las películas de Hollywood, sino que resulta mucho más dura, tanto a nivel físico como emocional. De hecho, dibujar algunas escenas fue una experiencia desagradable, pero era necesario. No es un rollo gore, más bien todo lo contrario. Quería transmitir sensaciones muy intensas y dolorosas, y esas secuencias están metidas en momentos clave del libro, porque siempre implican un cambio radical en la vida de Heracles. Tuve momentos de duda, porque no sabía si me estaba pasando tres pueblos con algunos pasajes, pero luego me daba cuenta de que yo lo estaba pasando mal y que, de igual forma, eso también se trasladaría al lector. Además, el héroe ya no es el mismo que en el tomo uno; el chaval jovial que disfrutaba luchando contra monstruos se ha quedado atrás y ahora es un hombre que se considera una gran mentira, una marioneta del destino. Su modo de entender el mundo también es más brutal y por eso, cuando actúa, lo hace como lo hace.

De todas formas, lo que muestro ya está en el mito. Mi aportación es la forma de representarlo, pero las violaciones o los asesinatos salen hasta en la Wikipedia. Y tampoco podía presentarlo de una forma más sutil, porque esta obra es puro exceso; si las secuencias de acción van a más, las escenas dramáticas también deben ser cada vez más terribles.

DM: Acabas de apuntar una de las claves del libro: el sufrimiento de Heracles no sólo se produce a nivel físico, sino que a nivel emocional resulta devastador.
DR: Era uno de los objetivos. No quería que fuera un mero tebeo de aventuras, como parece al comienzo del tomo uno. Luego, capítulo a capítulo, surgen pequeñas pinceladas que te avisan de lo que viene a continuación, cuando todas esas pequeñas pistas se atan en el tomo dos y dan pie a esta historia que, en el fondo, es una tragedia pura y dura.

DM: Heracles mantiene una lucha permanente contra los dioses, unas fuerzas que escapan al control de los seres humanos y que condicionan sus vidas hasta extremos insospechables.
DR: Eso se vincula con nuestra situación actual. Lo único bueno de esta crisis es que se ha descubierto la súper mentira que nos rodeaba, donde vivíamos en una democracia y un Estado de Bienestar que eran falsos. Ahora se desmorona todo como un castillo de naipes porque quienes nos gobiernan, en primer lugar, no saben hacerlo, y en segundo, porque no sirven a la sociedad. Como dice Heracles en un pasaje del libro, a veces, para que las cosas mejoren, es necesario que los dioses se retiren; el día que estemos abandonados a nuestra suerte podremos construir algo justo de verdad, y no esta sociedad que nos engaña y nos mantiene adormecidos mientras cuatro gatos se enriquecen a nuestra costa.



DM: El Héroe también contiene críticas muy duras contra la sociedad de consumo: los anuncios, los programas del corazón, la forma de encumbrar a un ídolo para, a continuación, bajarlo del pedestal y someterlo a un juicio sumarísimo…
DR: Los falsos ídolos nos golpean constantemente y por todas partes; tienes que peinarte como tal actor y vestirte como tal futbolista. ¡Así serás feliz! Y oye, que yo también caigo, porque al final te compras tu tele cojonuda, el iPad, estás enganchado al Twitter… Pero eso no quita para que me dé cuenta de que estoy siendo engañado. Me apetecía hablar de todo eso y, al mismo tiempo, dar la versión de un personaje como Heracles, que sólo quería hacer el bien y lo único que recibía eran zancadillas. Además, me atraía la posibilidad de reírme del ‘mainstream’, donde buenas ideas y conceptos terminan convertidos en basura.



DM: Y hablando de eso, ¿fue difícil ensamblar el mito clásico con todas las referencias a la modernidad?
DR: No, porque vivo a diario con esas referencias. Antes de escribir el guión me documenté todo lo que pude y, a continuación, estudié dónde podía meter esos anacronismos para que formaran parte del relato. Es muy gracioso poner a Heracles con un iPod, pero si lo haces de forma gratuita sólo consigues alejar al lector del relato que estás contando. En cambio, si ese iPod tiene una misión definida en la historia, el relato gana en potencia y el lector lo asume como un elemento natural. Se crea una suma, en lugar de unos pegotes que aparecen sueltos por el libro.

DM: También llama la atención el uso que haces del lenguaje: no has escrito ni una frase de más en casi 600 páginas de cómic.
DR: El único secreto es rescribir y rescribir tantas veces como sea necesario. Mi primer borrador de guión suele estar ‘daquela maneira’, con muchos cabos sueltos, así que luego viene un proceso bastante largo en el que me dedico a pulirlo. Además, como no doy nada por cerrado, puedo eliminar las líneas de diálogo que no aportan gran cosa. El gesto de un personaje, en muchas ocasiones, transmite más que una frase donde tú intentes explicar esas emociones. Menos es más, que suele decirse.

DM: Dejando a un lado el mito de Heracles, lo que subyace en las páginas de tu cómic es una historia clásica de superhéroes.
DR: Es mi carta de amor a los tebeos de superhéroes, sobre todo a los que leía cuando era niño, como los de Jack Kirby, John Romita o Steve Ditko. Me hacían vibrar, me emocionaba de verdad con aquellas aventuras que parecían salirse de la página. Había una sensación de maravilla que, quitando honrosas excepciones, ya no encuentro en los tebeos actuales. De alguna forma, me apetecía devolver al género de superhéroes todo lo que me ha dado, porque si hoy soy autor de cómics es gracias a series como Los 4 Fantásticos, que tanto me ha influido. Esta es mi forma de homenajear a una época de los tebeos que considero fantástica, porque me hizo crecer como persona y como dibujante.



DM: Has recurrido a todos los clichés, a todos los lugares comunes, para contar una historia tremendamente original.
DR: Pensemos, por ejemplo, en lo que hizo Christopher Nolan con Batman: no es la trilogía de un superhéroe, sino la de un tío que por la noche se disfraza de murciélago. Lo primero que hace Nolan es mandar a tomar por culo toda la necesidad de que la película se pareciera a los cómics. Luego coge la historia, se la lleva a su terreno y cuenta su versión de Batman, que no es para nada la de los tebeos. Ese fue el gran acierto del director y yo he intentando hacer algo muy parecido con El Héroe: cogí un montón de clichés que se han visto millones de veces y los pasé por mi tamiz. En algunos momentos me río de esos lugares comunes, en otros los potencio y en otros me dedico a jugar con ellos para sacarles más partido.

El género de superhéroes es al que tengo más cariño, porque es el único que pertenece verdaderamente al cómic. Los demás están importados de la literatura o el cine, pero los superhéroes nacieron en los tebeos y luego se exportaron a otros medios. Por eso me toca soberanamente las narices que algo que debería ser una fiesta, una tormenta de imaginación continua, se haya convertido en un montón de culebrones aburridos y mediocres. Me apetecía demostrar que aún no está todo perdido, que todavía se pueden hacer buenos tebeos y buscar cosas nuevas. Ni siquiera tienes que inventar argumentos muy originales, y yo soy el ejemplo, que he trabajado sobre uno de los relatos que más veces se ha contado a lo largo de la historia. Eso sí, tienes que preocuparte de la forma en que cuentas esa trama, y los cómics de superhéroes actuales no resultan novedosos ni en las historias ni en la manera de narrarlas.

DM: Manda narices que, hablando de una industria que mueve millones de dólares cada año en Estados Unidos, hayan tenido que venir un tío de Orense y tres amigos de Bilbao para “reinventar” el género de los superhéroes.
DR: No sé si diría tanto. El tiempo dictaminará si este tebeo ha servido de algo. Sería el mayor pago a mi trabajo, ayudar a que este medio avance. Lo que está claro es que no puede seguir por el mismo camino, porque más de lo mismo ya aburre. Debe ser algo parecido a cuando a Lars von Trier se le hincharon las pelotas y creó el dogma: “Se puede hacer cine de otra manera”. En mi caso, estaba leyendo un tebeo de superhéroes y pensé: “¡Qué coño es esto!”.

DM: Has tenido opciones de trabajar en Estados Unidos…
DR: Nunca le he dicho que no a Marvel o a DC. He tenido conversaciones pero, cuando existió la posibilidad de hacer unas pruebas, decidí involucrarme con El Héroe. Luego tuve ofertas para editores independientes y, aunque eran buenas historias, al final eran más de lo mismo. Mi cuenta corriente no se alegra tanto de la decisión, pero yo, como autor, creo que fue sin duda lo más acertado.

Por otro lado, tampoco veo lo de trabajar en Estados Unidos como una de mis grandes metas. Para mucha gente, currar en Marvel o DC es como jugar en Primera, pero a mí me parece que eso dice muy poco sobre tu propio trabajo y sobre el papel que juegas en la industria de tu país. No descarto la posibilidad de que, en el futuro, intente abrirme camino allí, pero yo entiendo el éxito como la libertad de hacer los tebeos que me dé la real gana. Por ahora, poquito a poquito, lo voy consiguiendo, y eso es a lo que siempre he aspirado. No me quiero someter a un editor o a la moda imperante en el mercado. ¿A dónde me llevará eso? No lo sé. Igual dentro de un tiempo tengo que ponerme a mendigar con historias que, desde un punto de vista artístico, no me interesen lo más mínimo; pero de momento, mientras pueda sostenerme, voy a seguir apostando por el camino de la autoría. De esta forma, además, no estoy exportando mano de obra, sino que exporto el copyright y traigo dinero de fuera. Muchos tebeos de superhéroes pueden estar hechos por un español, pero no son obras españolas.

DM: Una hipótesis: mañana te llaman DC o Marvel y te dan carta blanca para que hagas tu propia historia de superhéroes.
DR: Pues acepto de cabeza, pero todos sabemos que no funciona así. Para eso hay que pasar una serie de etapas; a Frank Miller o a Alan Moore, de entrada, no les permitieron hacer lo que les diera la gana. Tuvieron que trabajar como mercenarios y, cuando se ganaron el respeto, pudieron hacer obras más personales. No me va a llegar un email de Marvel o DC, así de buenas a primeras, para hacerme una propuesta como lo que tú dices. Es más fácil que antes me encuentre un millón de euros tirado en mitad de la calle.

DM: Puestos a elegir una carta de presentación, El Héroe te puede abrir unas cuantas puertas. El primer tomo ya se publicó en varios países y el segundo lleva el mismo camino.
DR: Eso espero. Se está vendiendo muy bien en los países donde ha salido a la venta y ahora, una vez publicado el tomo dos, supongo que se podrán cerrar más acuerdos.

DM: El niño que leía a Kirby de pequeño, ¿se lo pasaría bien con El Héroe?
DR: Diría algo como “no lo has hecho mal” (risas). Estoy muy orgulloso del libro, pero Heracles ya no forma parte de mi vida y ahora son otras personas quienes deben juzgar mi trabajo.

DM: ¿Te has quedado vacío o ya tienes algo entre manos?
DR: Estoy currando en una nueva novela gráfica, pero todavía no he pasado de perfilar algunos personajes. La voy a hacer con un guionista, porque después de un trabajo tan largo como El Héroe, una carrera de fondo tan dura, me apetecía poder compartir con alguien toda esa carga. Es un modo de trabajar diferente y, además, con un tío al que admiro mucho, pero de momento no se puede decir quién es porque sería dar demasiadas pistas.

Texto: Julio Soria