Mientras los árboles se desnudan para dar paso al otoño, nosotros recogemos las hojas que un día resultaron imprescindibles y las encumbramos en un pedestal. Cuando en septiembre la vida vuelve a su automatismo diario, nosotros nos quedamos con los momentos y anhelos estivales que nunca debieron pasar al olvido. Absorbemos aquellos recuerdos denostados y rechazados para que formen parte de esta biblioteca creativa porque, para nosotros, Hyperbolsk se muestra como un amasijo en el que el todo vale; una edición en la que el pretérito pluscuamperfecto se hace presente para llenarlo de experiencias, conceptos e ideas que no brillan por su ausencia, sino por todo lo contrario.
El séptimo número de DOZE Magazine llega atiborrado de excesos, de un cúmulo de perspectivas y sentimientos que no pretenden otra cosa que ir más allá de lo básico. En este cajón de sastre no buscamos la aguja del pajar porque preferimos la paja, optamos por todo aquello que solemos desechar en lugar de quedarnos con la esencia. Por un momento, dejamos de lado esos elementos fundamentales que parecen necesarios en esta vida acostumbrada a las prisas y nos inclinamos por todo lo obviado a nuestro alrededor.
Porque aquí el ruido se convierte en melodía y aquí nada chirría, este ciclón de ideas pretende acumular las infinitas experiencias estéticas que nos ofrece la vida para demostrar que más es más. Y es que ¿Por qué tenemos que conformarnos con una pequeña parte cuando en realidad lo queremos todo?
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