Anna Jonsson, A solas con la bibliotecaria
Comisariada por Begoña Barrera López, "...Virgo, Rosas" es la exposición de María Cañas, Mariajosé Gallardo, Noelia García Bandera, Anna Jonsson y Natalia Latorre que se celebra con motivo del Festival Miradas de Mujeres en la sevillana Mecánica Galería de Arte. Del 21 de marzo al 17 de mayo.
Collige, virgo, rosas, dum flos novus et nova pubes, et memor esto aevum sic properare tuum.
[Recoge, doncella, las rosas mientras la flor está lozana y la juventud fresca, y acuérdate de que así se apresura también tu edad.]
Ausonio, De rosis nascentibus.
Si algo caracteriza al arte contemporáneo es su capacidad –y obligación– de inmiscuirse en la realidad social del momento para, a través de las estrategias más diversas, ofrecernos la posibilidad de cuestionar nuestros modos de vida. Una dinámica cuyo origen oficial coincidió más o menos en el tiempo con esos todavía hoy recurrentes “desvaríos” posmodernos –tan temidos por algunos–, los cuales progresivamente han permitido abrir múltiples perspectivas que han ayudado y ayudan a cuestionar si de verdad queremos seguir conformes con aquello que nos ha tocado. Fue precisamente en el genuino contexto de la Posmodernidad –años 80– cuando las ideas de Judith Butler, apoyadas en Lacan, Foucault, de Beauvoir o Kristeva, entre otros, desmontaron por comple-to las rígidas categorías de género sobre las que hasta entonces –¿hasta hoy?– se hubo apoyado nuestro régimen heteropatriarcal hegemónico. Partiendo de este punto, continuando en su misma línea, un nuevo planteamiento desde la imagen y su potencial iconográfico se ofrece en “…Virgo, Rosas”, exposición comisariada por Begoña Barrera López para la galería Mecánica, donde se invita a repensar la figura de la mujer a partir de su propia mitología.
“… Virgo, Rosas”. Vista de la galería Mecánica
La muestra, incluida dentro del marco del Festival Miradas de Mujeres de este año 2014, recoge una serie de trabajos de las artistas María Cañas, Mariajosé Gallardo, Noe-lia García Bandera, Anna Jonsson y Natalia Latorre, que pese a las muy distintas poéticas que representan, destacan en conjunto por la gran fuerza plástica que poseen. De entrada no es baladí el hecho de que para agrupar a todas estas autoras y sus respectivas obras se haya recurrido a la desconstrucción del famoso tópico latino formulado por Ausonio (“Collige, Virgo, Rosas”), teniendo en cuenta que la fugacidad vital sobre la que este advierte es expresada por medio de un componente estético fundamental que aún hoy condiciona en gran medida el lugar de la mujer en nuestra sociedad: la belleza de la joven doncella. Como todos sabemos, la vida de esta última, como la de las rosas, es breve y terminará siendo arrebatada por aquello que negativamente, conocemos como vejez. Una idea que aparece reflejada con peculiar socarronería en los fotomontajes de Cañas (Susana y los viejunos, Pepa, no me des tormento) o en algunas de las estampas que conforman la magnífica wunderkammer, abigarrado montaje característico de Gallardo, en la misma línea de la propuesta que actualmente la artista expone en el CAAC. Las infinitas intrahistorias que pueden ser articuladas por el espectador curioso albergan además cierto halo de belleza siniestra que sin duda ironiza sobre el propio tema expositivo. Una belleza que literalmente desnuda, se presenta en las fotografías de Noelia García Bandera, artista que reinterpreta a su modo la presencia del mito de la mujer en la nada imparcial Historia del Arte (La Dama, Políptico Vanitas).
Detalle del montaje de Mariajosé Gallardo
No obstante, dejando a un lado la rica reflexión sobre la pérdida de esa supuesta “belleza virginal” –por cierto, asunto protagonista en el visionario legado duchampiano (recuérdese la temática del Grand Verre) –, el mito de la sexualidad femenina trae también consigo otras muchas ideas, construidas y asentadas en nuestro imaginario colectivo con el paso del tiempo, cuya revisión resulta hoy más que nunca de obligado cumplimiento. Así por ejemplo, la obra de Anna Jonsson expresa como ninguna otra la dificultad social y psicológica de enfrentar determinados sucesos en la vida de la mujer: la exploración de su propia sexualidad (A solas con la bibliotecaria) o la corporalidad traumática en la decisión de concebir a un hijo (Las últimas bragas del cajón, El dolor más grande). También del mismo modo, Natalia Latorre parece incidir en estos mismos asuntos, si bien en su caso desde un planteamiento diametralmente opuesto: la delicada lencería que presentan sus grabados (El descanso, Femme, Virgo) constituye un símbolo ínfimo y casi neutro que, aprovechando la ausencia del cuerpo desnudo, consigue paradójicamente subvertir el potencial erótico que socialmente le hemos atribuido.
“… Virgo, Rosas”. Vista de la galería Mecánica
Todas estas obras en último término son ejemplos válidos para renegociar todos y cada uno de los discursos oficiales, en este caso a partir de la sexualidad o belleza femeninas y por ende el lugar que ocupa o debiera ocupar la mujer en nuestra sociedad. Cuestiones que quizá precisen de nuevas formulaciones que no atiendan ni a su mitificación ni tampoco a su condena, sino que en todo caso nieguen cualquier visión del género como diferencia.“… Virgo, Rosas” resulta ser en definitiva una muestra necesaria, por invitar a reflexionar sobre nuestro presente de la única manera en que podemos hacerlo: partiendo de las construcciones o mitos que aún a día de doy configuran nuestras particulares cosmovisiones.
Texto e imágenes: Diego Luna
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