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Día 1: Tres conejitas de Playboy guían mi destino

Toda buena aventura empieza con un desengaño amoroso. Una ruptura dramática y exagerada, llena de histrionismos y maletas volando por la ventana, luchas de poder encarnizadas, llantos desolados y planes maquiavélicos para ver quién consigue primero los candelabros de plata.

Luego llega el patetismo orgulloso, la maldad sibilina, los rencores ocultos y una larga lista de fases que deben superarse para recuperar lo que la Dra. Smith califica como “la normalidad”. Recortar todas las fotos del crucero por los fiordos noruegos, quemar uno tras otro los libros de cocina que no tuvo tiempo de recoger, contratar profesionales del sexo para que irrumpan en sus comidas familiares, masturbarse compulsivamente sobre su colección de libros y enviárselos por correo, cualquier acción es correcta para poder, por fin, “recuperar las riendas de tu vida independiente”, sea esto lo que sea.

Así es como me vi en plena calle, perdido entre las fases dos y tres del método Smith, con toda mi ropa interior tirada sobre la acera, unas gafas de sol rotas en la mano y unos cd's de Lionel Ritchie que estoy seguro de que no eran míos.

Decenas de personas se agolpaban a mi alrededor, mientras la ropa seguía volando por los aires. Unos perros olisqueaban una camiseta de Samantha Fox que creía haber perdido, unas señoras señalaban aquel suspensorio que compré en un viaje a Italia, varios señores gritaban “las mujeres están locas” sin entender nada de lo que estaba pasando. Me esforcé por llorar, como nunca me había esforzado en mi vida. No por pena, ni por tristeza, sólo para cubrir de patetismo la vergüenza, buscando burdamente un poco de compasión. Nadie en su sano juicio podría burlarse de un hombre adulto llorando desconsoladamente, o al menos, eso pensaba yo.

Lamentablemente, no conseguí nada. Resignado, me puse las gafas de sol rotas, recogí del suelo la ropa que había escapado de los hurtos furtivos y emprendí el camino hacia lo que iba a ser mi nueva vida, o como dice la Dra. Smith, “el proceso de reconstrucción tras el cisma emocional”. Pero, ¿y ahora qué? ¿cómo empieza uno ese dichoso proceso? ¿anunciando su nuevo estado civil en las redes sociales? ¿transmitiendo la situación a todos sus conocidos, familiares, amigos y enemigos? ¿habrá community managers que gestionen las rupturas sentimentales?

Mientras paseaba sin rumbo, hojeando el libro de la Dra. Smith en busca de respuestas, tres voluptuosas mujeres aparecieron justo delante de mi, portando en sus manos unos brillantes hilos dorados. Las tres lucían minúsculos bikinis blancos, altos tacones de metacrilato, largas cabelleras rubias y una curiosa colita de conejo justo en la base de la espalda. Se presentaron como las tres Moiras, las hilanderas del destino, las encargadas de controlar la vida de cada mortal desde su nacimiento hasta la muerte. “Hemos venido a tejer tu futuro” escuché decir a una de ellas mientras caía desmayado al suelo...

Texto: El Hombre Confuso
Ilustración: José Onís